El Encuentro

Los vecinos se agolparon en La Ermita de San Sebastián y Casas Barrocas de Adra para presenciar el esperado Encuentro entre la Virgen y su hijo resucitado.
Comenzó la procesión de La Purísima desde la Ermita de San Sebastián y, media hora después, salía el Cristo Resucitado desde la Iglesia de La Inmaculada. Tras recorrer varias calles, pasadas las doce y media del medio día, la imagen de la virgen aparecía por el callejón y avanzaba hacia el monumento de La Estatua del Labrador, acompañada por los penitentes morados, mientras que el Resucitado venía del lado contrario, por el Museo, con los penitentes blancos.
Ante el esperado encuentro, el público quedó completamente en silencio, roto sólo por los aplausos por los esfuerzos de los costaleros y costaleras. Aplaudieron primero por ponerse de rodillas para que la Virgen rindiera honores al Cristo y, después, alzándola a los cielos. También hicieron esfuerzos ambas cuadrillas de costaleros para acercar las imágenes y ladearlas, ante la emoción contenida de gran parte del pueblo. Antes de finalizar tuvo lugar la suelta de palomas y el canto del Aleluya, mientras a la virgen se le quitaba el manto negro de dolor y dejaba ver el azul de su pureza. Sus costaleros expresaban su alegría lanzando al aire los guantes negros para dejar ver los blancos, al igual que los que portaban al resucitado.
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